Los cucos de la Fefa
- Susana Rubio Urresta
- 14 nov 2019
- 5 Min. de lectura
La Fefa ve muertos y no es chiste, enserio los ve. Su historia no es muy diferente a la que vive un niño en una noche con pesadillas.
Pese a que casi son las once de la mañana, en su casa corre un aire frío. Tiene piso de cerámica y paredes amarillas que parecen haber sido víctimas de la humedad. En su sala, una mesa decora el ambiente y da un aire hogareño. En un lado de la sala, una mesita cubierta con un mantel blanco bordado. Están dos trofeos de los campeonatos de fútbol de los “partidos de aquí arriba”, fotos familiares y uno que otro recuerdo de un viaje.

La Fefa, como le dicen sus amigos, se sienta en el sofá mientras acurruca en sus brazos a la bebé Romina. Su cabello castaño claro lo tiene recogido con una coleta. Con una mano, se arregla sus lentes color mortiño y con la otra sostiene con firmeza a la bebé. Un voz de seda dice que la Romi es la hija de su vecina y que ya mismo se quedará dormida. La ve con ojos de dulzura como si fuese su madre.
Años atrás, aquella casa de frías paredes era la única en el barrio. Todo ese terreno fue del tatarabuelo de su esposo, del Mauri como le dice ella. Hace casi un año, mientras la Fefa hacía la merienda para su esposo e hijo, ella se dio vuelta y vio a aquel fantasmita bastante enojado, que mientras estaba parado en la esquina de la cocina impregnando su mirada rabiosa mientras atónito le reclamaba–‘Que haces aquí, esto es mío’-.
La Fefa no es la única que lo ha visto, todos en el barrio lo han visto deambular de un lado al otro como un alma en pena. –Nada es como en las película- repite varias veces. Son contadas las veces que los ha visto de carne y hueso. Energías y sombras casi borrosas que le susurran es lo que más ha visto.
Es raro que hablen, cuando mueren sin poder hablar, no pueden hablar tampoco muertos. Mi abuelito no habla, usa olores y recuerdos para poderse comunicar conmigo.
Mientras cuenta su relato, la bebé Romina estalla en llanto, la Fefa con su serenidad la mese con sus brazos para calmarla.
- ¿Qué pasa? Sí, si ahí está. Lo siento ya no hablamos de los cucos porque te asustan.
Romina llora como si hubiese visto al mismo diablo.
- Lo siento es que se asustó. Está aquí parado, dice regresando a ver hacía la cocina en la cuál hace un año y medio se había parado aquel fantasmita mal genio.
Al regresar a ver a la puerta de la cocina sin éxito, no se logra ver nada más que las paredes amarillas.
- La energía está aquí. Por eso se puso así, ella no es así. Es que está aquí parado. Lo llamo, lo invoco y viene. Cada vez que hablo de él, él viene.
En ese momento el ambiente se sintió más frío. Todo se paralizó, esperando el momento en que esta entrevista se convierta en un juego de la ouija. O que el cuquito se encarne y comience a arrastrarle de las patas a la Fefa.

"El fuego divino de amor que queme, hiera, lastime, protege y transmuta todo lo que tiene que ser transmutado a lo divino", repite mientras arropa a Romina con su pequeña manta blanca.
***
Sus primeros ‘cuquitos’ fueron sus abuelitos maternos. Ella nunca los conoció en vida, solo después de muertos.
La primera vez que les sentí a mis abuelitos. Yo les sentí clarito. Mi abuelita era bien gordita. Se sentó al filito de mis pies y yo sentía su presión. Cuando me tocaron, mi cara se quedó helada. Al día siguiente yo le decía a mi mami
-Mami vinieron mis abuelitos-. Mi mami me decía -Ah ya-, como si fuese cualquier sueño. Mi mami tenia la foto de mis abuelitos en un lugar alto donde no alcanzaba a ver su foto. Cuando yo le volví a decir -Mami vinieron mis abuelitos, me dijeron que nos van a cuidar y que estemos bien-. Siguió sin creerme. Un día, le di una descripción física de ellos y ahí ella se dio cuenta que era imposible. Porque yo nunca conocí a mis abuelos así. Yo describí a mis abuelos tal cual cuando mi mami era niña. Ahí me creyó que no era un simple sueño.
Adentrarse en un mundo extraño obviamente le asustó, más aún siendo apenas una niña. Sólo cuando creció, pudo aceptar que tiene el don de comunicarse con los cuquitos que necesitan encontrar la luz. Pero el recelo hasta ahora lo mantiene.
No todo es bonito, no puedo ayudar a todos guiándoles a la luz, hay unos que sí buscan eso. Hay otros que no saben que están muertos y se aferran a la vida de alguien. Se quedan conmigo.
Cuando tenía 5 años su padre emigró a Estados Unidos. Ella se quedo en Riobamba con sus abuelos paternos, su madre y sus dos hermanas, quienes siempre la vieron de una forma extraña. Su niñez no fue muy linda, siempre estuvo sola. Bueno, ella y sus cuquitos.
Durante muchos años ella se quedó callada cuando los muertos le hablaban. Ella dice que eso le causó una gran complicación en sus amígdalas. Dolores de espalda, cabeza, neuritis como consecuencia de estar rodeada de voces que reclaman su ayuda.
A mi no me gusta ir a hospitales. Porque en ese momento hay gente que se esta yendo y necesitan el empujoncito como para que se vayan o se queden. A mi esposo le fracturaron la clavícula jugando futbol. Nos mandaron al IESS de Carcelén. En el hospital, yo entré a acompañarlo. Él me decía que salga afuera. Paso una chica accidentada en una moto, la chica estaba casi muerta. La pasaron justo por enfrente de nosotros en una camilla. La chica hecho pedazos, hasta había estado sin casco en la moto, hecho pedazos la pierna, todo. Lo más feo fue que a lo que pasaba la camilla, la chica caminaba atrás.
Fue un niño el año pasado. Mi hijito juega en un campeonato acá arriba. Al guagua lo llevaron por el día del niño de paseo en la escuela. Tenía 11 años y en la piscina se ahogó. Como eran de aquí del equipo, teníamos que hacernos presentes. Fuimos al velorio y él estaba ahí parado. Él no entendía porque estaba ahí. Lloraba desesperado porque quería que su mamá lo abrace. Yo me puse mal, porque ver a un adulto es menos impactante que ver a un niño. Yo me acerque donde la mamá y la alejé de la gente que le estaba dando el pésame. Le dije que él estaba ahí y que necesitaba un abrazo de ella. Por medio de su hijo lo abrazó y le dijo que ella está ahí y que se vaya tranquilo, que lamentablemente tienen que distanciarse por un momento pero que algún día volverán a estar juntos. Yo vine devastada de velorio del niño, le faltaba tanto por vivir.

Con voz quebrada recuerda este momento y que su hijo también tiene este don. La Fefa sólo quiere protegerlo, no quiere llamar más cuquitos, lo dice con tono de madre llena de incertidumbre por si él tendrá que pasar por lo mismo que ella cuando fue niña. Lo único que le queda es protegerse con la ayuda de sus guías espirituales. La Fefa regresa a ver con dulzura y agradecimiento a un Niñito Jesús que la ha aguardado desde el velador de su cuarto durante años.
Comments