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Café En Señas, un hogar para sordos

  • Foto del escritor: Susana Rubio Urresta
    Susana Rubio Urresta
  • 28 ago 2019
  • 3 Min. de lectura

Una cafetería inclusiva que brinda una oportunidad laboral a las personas con discapacidad auditiva.


Al llegar a esta cafetería el silencio abunda y los gestos sobran. En la entrada hay un letrero de un puño y una mano, que en lengua de señas da el nombre a ‘Café En Señas’. Esta cafetería busca demostrar que las personas con discapacidad auditiva pueden trabajar de igual forma que el resto. Apenas tiene dos meses en funcionamiento, pero ya son varias las personas que se han acercado al lugar con el fin de tener una nueva experiencia. Y para los sordos, la cafetería se ha transformado es su segundo hogar.


CAFÉ: El logo muestra en lengua de señas el nombre de la cafetería.


José Miguel Moreno tiene discapacidad auditiva, mientras habla y hace una que otra seña confiesa que desde la apertura de la cafetería trata de ir todos los días. “Me siento súper feliz porque veo que el oyente está feliz, se da cuenta que la discapacidad no existe, que somos iguales. La persona sorda viene acá y se comunica con lengua de señas y los oyentes no entienden, es al revez”, dice Moreno con una sonrisa burlona.


Damaris Arias, dueña de ‘Café En Señas’ estudió en Estados Unidos educación especial. Durante dos años Damaris vivió con Alison, hija de la familia que la recibió. Ahí se adentro en el mundo del lengua de señas. Cuando regresó a Ecuador tuvo que aprender nuevamente lengua de señas, ya que esta varia en cada país.


Al regresar, se dio cuenta que el Ecuador no es un país inclusivo. A través de su emprendimiento busca generar una conciencia en la sociedad.“Que podamos vivir una verdadera inclusión. Que personas que nunca han tenido alguna discapacidad puedan venir aca y vivir de primera mano lo que es la lengua de señas”, explica Arias.


Tatiana Mantilla, Melania Chalco y Patricia Peralta fueron elegidas para trabajar en la cafetería por su carisma. Aunque Patricia estudió administración de empresas, este es su primer trabajo al igual que el de Melania. En el Ecuador, es obligatorio que las empresas públicas o privadas cuenten con mínimo de 4% de empleados con algún tipo de discapacidad. Pese a la existencia de la ley, los empresarios seleccionan que tipo de discapacitado contratar. “Son las personas que menos se contratan, presisamente por la barrera de la comunicación”, menciona Arias. Según el Consejo Nacional para la Igualdad de Dispacidades sólo el 17,5% de personas con discapacidad auditiva tienen trabajo. De ellos, únicamente el 1,30% tienen una discapacidad del 85% al 100%.




SEÑAS: Cuadros de las letras en lengua de señas en un mural de la cafetería.


Al preguntarle a Patricia cuál es su nombre, con su pulgar derecho roza de adelante hacía atrás su cabello negro con morado. Para evitar lo tedioso que puede ser deletrear palabra por palabra, los sordos acostumbran a poner una seña relacionada con alguna carácterística física de cada persona.


GESTOS: Damaris Arias, Patricia Peralta y Sebastián Realpe.


Patricia utiliza su mano derecha y con sus dedos simula una sonrisa en su rostro, esa es la seña que usa para referirse a Damaris.. En una pared de la cafetería hay 30 cuadros de la representación del alfabeto en lengua de señas. El menú de la cafetería muestra las señas de cada cosa que se ofrece en la cafetería, esto hace imposible no aprender por lo menos una seña. “Cuando vienen personas oyentes les veo que están un poquito nerviosos, pero yo les ayudo utilizando expresiones faciales y les enseño las señas para que puedan aprender”, cuenta con sus manos Patricia.


INCLUSIÓN: El menú del restaurante invita a que las personas pidan sus platos en lengua de señas.

“Algo que muchas personas no saben es que Café En Señas se volvió un lugar de encuentro para las personas sordas, está es su casa, se llama la casa de sordos. Aquí ellos vienen y pueden ser ellos, se sienten en casa, no tienen esa barrera de comunicación”, dice Damaris.


En un futuro Arias espera poder conseguir un lugar propio, ya que por primera vez la comunidad sorda se ha sentido identificada con un lugar de encuentro.

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